GENÉTICA HACIA LO FANTÁSTICAMENTE SALVAJE





Siento la misma ilusión de un niño pequeño cuando subo al autobús que va de camino al zoo.
Al abrir las puertas a modo de acordeón, una mujer con cara de pez gota me recibe sin hablar mientras pago el importe del billete.

Alejándome de ella y de su olor rancio, me siento en la parte trasera cerca de la ventana y observo el paisaje. Un sol brillante reluce sobre la sabana de asfalto llegando hasta mi rostro. Sonrío.

El autobús empieza el trayecto con un suave traqueteo y desde atrás, observo a mis compañeros de viaje.
En los asientos próximos al conductor hay una madre con tres niños pequeños. Me recuerdan a los macacos de Sri Lanka de pelaje almendrado, que contradiciendo las órdenes de su desesperada progenitora, deciden saltar y gritar en el vehículo en marcha. Normal que estén en peligro de extinción.

Unos asientos más atrás, una pareja de jóvenes se hace arrumacos. Él tiene una brillante piel de ébano, ella es pálida como la nieve y la mezcla entre sus cuerpos recuerda un “yin yang”. La idea de un caballo blanco y uno negro dando a luz a una hermosa cebra me viene a la cabeza, aunque no sea así. Qué interesante sería que hubiese humanos a rayas y no rayados.

Cerca de ellos, una señora mayor con un peculiar tinte morado capilar les observa. No tengo claro si con cierta nostalgia, envidia o simplemente quiere unirse a la fiesta del amor. Curiosamente, un hombre la observa a ella con ojos vidriosos. Es corpulento y tiene la piel rugosa y áspera. Si tuviera un cuerno, sería parecido a un rinoceronte. ¿Y si él y la señora del pelo morado se juntasen? ¿Crearían unicornios? Sería maravilloso.

Una melena larga, lisa y negra llama mi atención. Es de un chico, que habla con una mujer. Su melena, del mismo color que la de él, está despeinada. De perfil veo parte de sus fascinantes facciones aguileñas. Sí, no hay duda. Sus cachorros serán caballos alados como un poderoso Pegaso negro con alas de águila.

Las risas de un pequeño grupo de jóvenes inunda repentinamente el autobús. Agudas y frenéticas, me recuerdan a un grupo de hienas. Supongo que las hormonas alteradas habrán hecho de las suyas y esas carcajadas sean de nerviosismo, ya que cerca de ellos hay dos chicas bastante atractivas charlando.
La que parece más joven, tiene la piel aterciopelada y por el rostro, unas pequeñas pecas le dan un toque desenfadado. La otra, colocándose las gafas de sol en la cabeza, deja ver unos hermosos y claros ojos felinos. A diferencia de su acompañante, ella tiene las pecas por los brazos. Ambas, de constitución grácil, me recuerdan a una gacela y un guepardo o chita.
El autobús hace una parada. Miro al exterior, ya estamos cerca del zoo.

De nuevo en marcha, vuelvo a mi mundo fantástico, pero...Espera, ¿qué es ese olor?
Un aroma afrutado embriaga el aire, antes viciado. Debe ser de esa chica, antes no estaba. Tiene un brillante y ondulado pelo rubio y unos ojos rasgados de color miel. Es curioso, no puedo dejar de mirarla. Su cara es redonda y sus formas son voluptuosas. Es hipnótica.
¡Me está mirando! Noto que las manos me empiezan a sudar. Ella me sonríe y yo, aparentando una falsa tranquilidad, le devuelvo la sonrisa. Sin duda, tengo que hablar con ella. ¿Y cómo lo hago? Ni idea. Todos los instintos primarios se han disparado.

Yo que siempre me he considerado una suricata, un Timón, hoy me veo en la necesidad de convertirme en el rey león, porque sin duda, ella es mi hembra, mi reina, mi leona, mi cazadora.
¿Qué mutación zoogenética haré conmigo mismo para conseguirla?
Fin de trayecto.


Imagen:
Los oscuros y enigmáticos animales de Alex Teuscher.



Comentarios

  1. Excelente, eres minuciosa al escrutar los rostros y figuras de las personas del bus. Eso lo mezclas con la fantástica ingeniosidad que crea seres de fábulas inexistentes a los cuales les pones tú tú se propio. Quisiera saber qué anomalia o que animal quimérico darías a luz, si te apareadas con esa hembra. Un abrazo.

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