FANTASMA

Ayer de noche decidió volver sin previo aviso como un elefante en una cacharrería.

En la oscuridad de una habitación sin persiana, mis pensamientos bailaban con el eco del grifo que gotea en cada sien, dando la mano al segundero del reloj.

Cerré los ojos, giré y me enredé en envoltorios de lija. Sabía que aun estabas aquí, no me dejabas encontrar al silencio.

En el claroscuro su aliento había empezado a cubrir de escarcha las ventanas y un hielo invernal había entumecido mi cuerpo ya frío y desnudo. Me acurruqué.

Las sábanas desprendían de nuevo su aroma, aquel almizcle olvidado que inhalaba como el pan recién hecho, el chocolate caliente, la hierba recién cortada... 

Me destapé con desesperación, temblando y sudando.

Él había sido como el salitre del mar que lo impregnaba todo, el destino, el primer beso junto a la playa...

Volvía otra vez el mono. Mis papilas le deseaban como la más vil de las drogas.

Cada vello de mi piel se erizaba. Una mano invisible acariciaba cada lunar, recreándose como un artista con su obra perfecta.

Un vuelta más en la cama. Me tapaba de nuevo. Envuelta ahora entre algodones, su abrazo me había devuelto a ese instante llamado hogar. En aquel pequeño mundo donde me miraba y susurraba palabras impronunciables con aquella voz, aquel hechizo. Ya no había nada más, nadie más...

Entre el abandono y la lucha, encendí la luz con mano plomiza.

Miré la almohada que empapada de deseo me preguntaba de nuevo donde estabas. Un suspiro de resignación fue la respuesta al observar las paredes blancas sin recuerdos.

Ellas me susurraban que no era real. Ya no.

Llegó por fin el silencio y entonces se fue.