El hombre del autobús
A Samanta le gustaba coger el autobús a diario. Sentarse al lado de la ventana y observar el mundo le parecía algo terapéutico y, para no ser molestada ni molestar en su trayecto, se aislaba de todos con la música de los auriculares.
Con ella siempre subían las mujeres mayores que iban de compras a la ciudad, que se sentaban en las primeras filas y hablaban todo el trayecto, los jóvenes somnolientos que iban a clases, algunos durmiendo, otros con la música de sus móviles "deleitando" al resto del público, varios hombres y mujeres que se dirigían al trabajo y otros tantos con los que no siempre coincidía.
Le gustaba esa rutina y saber que, como de una ley no escrita, cada uno tenía su lugar en el vehículo.
Una mañana, uno de los pasajeros llamó su atención. En la última fila, en el asiento del medio y apoyando los brazos en las butacas delanteras, con actitud desafiante y mirada perdida, se encontraba aquel hombre gris como el día, con el pelo despeinado por el viento. Su cuerpo, delgado y frágil, estaba cubierto por ropa demasiado holgada y desgastada.
En alguna ocasión había coincidido con él en el trayecto. Parecía un hombre solitario e invisible. Nada en él parecía destacable, pero Samanta se había preguntado tras ese misterio, cual sería su historia, pues siempre parecía triste.
Durante un tiempo, la joven y aquel hombre coincidieron en el autobús, él siempre con los ojos de hielo mirando a ninguna parte.
Al llegar el invierno, Samanta se puso enferma y durante unos días estuvo en la cama febril.
En sus delirios, los ojos de aquel señor cenizo se presentaban sin previo aviso en sus sueños, perturbando su descanso, inquietantes y oscuros junto con otras imágenes irreales.
Una tarde, cuando Samanta ya se encontraba mejor, se dirigió al salón junto a sus padres. Ellos, consternados, observaban las noticias:
"Esta mañana, el autobús de las nueve que se dirigía a la ciudad ha sufrido un grave accidente en el gran puente. Una explosión ha matado a todos los viajeros del transporte y a vehículos próximos en el momento de la explosión, del mismo modo que ha causado un alto número de heridos, que en hora punta se dirigían a la capital. Según las pruebas que se han recogido a lo largo del día, la explosión no fue accidental ya que se encontraron restos de explosivo en la escena del crimen...
Un momento, me informan desde redacción que tenemos nueva información sobre el caso.
En casa de una de las víctimas se ha encontrado una carta incriminatoria en la que, efectivamente y cómo se sospechaba, uno de los viajeros fue el causante del desastre. En ella, me comentan, dice que el asesino siempre ha sido invisible..."
En aquel momento Samanta no pudo seguir escuchando. La foto de aquel hombre aparecía en pantalla.
Por un instante pensó en sus compañeros de viaje, en su vida rutinaria, en el sentido de la misma y pensó en el señor gris, en el hombre de la mirada de hielo, el causante de aquel homicidio.
Sólo una pregunta se le pasaba por la mente. ¿Podría haber salvado a todas esas personas si él supiera que para ella si que era visible? Ahora ya nunca conocería su verdadera historia.
Puff. Pues me haces pensar.
ResponderEliminarYo soy de las que coge cariño a la gente con la que coincido diariamente. Y me imagino sus vidas y todo jeje.
Pero yo creo que no se habría podido evitar.