Sueño de un sueño




Arde la llama que baila al son del aire”


Ayer encontré un pequeño lugar para nosotros.
Era una pequeña cabaña en el bosque, cerca del mar...Lejos de todo y de todos.

Era de noche...
Una chimenea caldeaba la estancia donde dormíamos.
Desnudos, con la piel sensible del placer que habíamos consumado podía sentir tu proximidad, tu suavidad...

Al despertar, allí estabas...Dormías a mi lado. Parecías tranquilo, a gusto, en paz...Sin esas prisas que siempre te entran cuando llega el día. Estabas donde querías estar y ese lugar era conmigo.
Me quedé mirando un instante ese momento, como si quisiera guardarlo eternamente en mi memoria. Sonreí...

Lentamente me levanté de la cama intentando no despertarte.
Cerca de la chimenea había una ventana que daba al bosque. En ella había un poyete amplio donde poder sentarse y contemplar el exterior.
Cogí con sigilo mi libreta y un bolígrafo que tenía encima de una mesa, una manta que utilicé para rodear la mitad de mi cuerpo de manera irregular y allí, en mitad de la noche, empecé a escribir con la luz que me brindaba el fuego.

Como si fuese una tercera persona observaba esa escena.

Te habías despertado y me observabas mientras yo escribía. El baile de las llamas se reflejaba en mi cuerpo, un pelo de nuevo largo y alborotado caía como una cascada de chocolate por mi hombro y mi muñeca no paraba de crear palabras. Estaba tan concentrada que no era consciente de tu mirada. Me pregunto si alguna vez me habrás mirado de esa manera.

La imagen era hermosa en su sencillez. Transmitía paz, serenidad, un amor profundo y tranquilo.
Sólo se escuchaba el crepitar del fuego y fuera, un suave viento movía las copas de aquellos árboles tan frondosos y milenarios.

Te levantabas de la cama y te acercabas hasta mi, despacio, con cuidado, contemplándome con más detalle pero hasta que estabas cerca no me daba cuenta.

- ¿Te he despertado? Te preguntaba con una voz dulce y suave.
- No. Me respondiste con una suave sonrisa, aunque claramente había sido así.

Te inclinaste y me besaste de esa manera que sólo besas por las noches, hambrienta y sin prisas, suave y apasionada...
Mientras lentamente, apartabas mi cuaderno y la manta que me rodeaba...

Acariciabas mi cuerpo reflejado con las llamas como si descubrieses cada poro de mi piel por primera vez.
Eramos simplemente amor y lo hacíamos a los pies de esa chimenea, envueltos los dos en la manta que nos cobijaba...

...
Allí la paz se esfumó,...
No sé si me dormí o me desperté, pero en ese instante el sueño terminó.


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